Art never comes from a healthy state of mind, they say.
But I don't want to say "that's why".
Por aquellas épocas solía tener noches que duraban más de 36 horas, asistía a fiestas llenas de rostros, sobrepasados por la situación, y manos que siempre estaban en busca de algo que parecían nunca encontrar, o al menos nunca estar satisfechas. La satisfecha era yo, eso me hacían creer tantas sustancias en el cerebro y algo más entre las piernas. Nunca reconoces cuando pasas el umbral de lo desconocido y te vuelves parte de ello.
Es un hecho que el ojo humano se acostumbra a la oscuridad después de solo unos cuantos segundos. La mente se acostumbra mucho más rápido y aparte como que se encuentra en ella, por eso siempre quiere regresar.
Mi vida no es tan diferente a lo que era cuando iba a esas fiestas, donde hasta Blanca Nieves dejó de ser sólo un cuento de princesas. Me siento en el piso, me tiro y me estiro y me encojo, murmullo, me agarro los puños al caminar y si me suelto me voy, me voy bien adentro y el miedo me invade, me estalla el corazón, me asusta el vacío de mi cuerpo taladrándome el cerebro.
Los gente sin rostro sigue estando delante de mi cada noche, cada día, los odio, y todo lo que hacen me irrita: hablar, beber, fumar, reír, coger, hablar, hablar, hablar... Una y otra vez y otra vez y otra vez.
Estoy tratando de ordenar palabras en este pedazo de papel a ver si aún recuerdo como se hace pero luego acabo embarrada hasta las pestañas, con lagañas y ceniza entre los dedos. Me gusta revolcarme, me gusta perderle el valor a mi cuerpo, me gusta explotarlo, lastimarme el alma como ella lo hizo conmigo, la muy perra.
Me tiemblan las manos, la espalda se me pone fría, se me calientan los pulmones, mi cuerpo entra en caos o sale de él y tal vez por eso durante tan solo una fracción de segundo dentro de todo ese ruido inmenso de sensaciones, creo que puedo encontrar la calma.
- Pensé que ya no fumabas. ¿Qué pasó?
- ...no sé.
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