martes, noviembre 12, 2013

Fuck this shit.

Esta tarde estaba dispuesta a contarles la historia de mi amigo Andrés,
pero resulta que me invade una tristeza de la cual no estaba del todo consciente,
hasta el momento en el que las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas,
o llamémosle mejor cachetes, así sin rodeos, para después no tener que llamarle pompis a las nalgas.

Resulta que llevo días, quizás semanas, ya pienso que meses, 
siendo torturada por mí misma, por mi mente pues, que no somos lo mismo.

Y sonará muy trillado, pero de verdad intenté ahogar mis penas en alcohol, 
pero las ingratas casi logran ahogarme a mí de tanto llanto.

Y dense cuanta cómo a cada párrafo mi mente va revelando menos información,
es como un sistema de seguridad las 24 horas.

-Cualquier cosa que digas será usada en tu contra, ¿deseas llamar a un abogado?-

No! Santa Claus dejó de traerme regalos hace mucho tiempo y aún si le interesara un poco,
no podría ser yo tan sin vergüenza como para escribirle una carta pidiéndole algo,
después de todos estos años de andar por la vida rompiendo las normas de moralidad.

Siempre me he preguntado porqué las campanas de la iglesia suenan a las 6:45 primero una vez,
luego de 20 segundos una vez más y después de otros 20 suenan como 20 veces seguidas
y luego dos veces más aisladas del resto y entre ellas mismas, ¿me explico?

No importa, la cosa es que la mayoría de las veces tampoco puedo explicar como me siento,
y por eso me ahogo.

Con su permiso.


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